Aprendió en la escuela de Jesús a amar y servir a los pobres. Primera Hija de la Caridad, tuvo la dicha de mostrar el camino a las demás.
Margarita Naseau nace en Suresnes, Francia, el 24 de febrero. Conoció a San Vicente en Villepreux en 1617, lo que sabemos de ella es de un manuscrito de Vicente escrito en 1642:
“Margarita Naseau fue la primera en servir a los pobres enfermos de la parroquia de San Salvador, en la que se estableció la Cofradía de la Caridad el año 1630. Margarita Naseau, de Suresnes, es la primera hermana que tuvo la dicha de mostrar el camino a las demás, tanto para enseñar a las niñas, como para asistir a los pobres enfermos, aunque no tuvo casi ningún maestro o maestra más que a Dios.
Margarita era una campesina pobre y sin educación, tuvo la idea de enseñar a los niños a leer y obtuvo un alfabeto. Le pidió al párroco que le dijera las primeras cuatro letras del alfabeto, luego le preguntó sobre las siguientes cuatro, y así sucesivamente. También preguntó a los que conoció en las carreteras sobre letras y palabras. Estudiaba mientras cuidaba ovejas. Aprendió a leer por sí misma y comenzó a enseñar a otras niñas en su pueblo. Decidió llevar consigo a dos o tres niñas a las que había enseñado y con ellas ir de pueblo en pueblo enseñando a los niños a leer. Su objetivo era que las niñas de todas las edades aprendieran a leer.
Cuando se enteró de que había en París una cofradía de la Caridad para los pobres enfermos, fue allá, impulsada por el deseo de trabajar en ella; se comunicó con San Vicente, quien la puso al cuidado de Santa Luisa de Marillac y aunque seguía con gran deseo de continuar la instrucción de la juventud, abandonó sin embargo este ejercicio de caridad, para abrazar el otro, que ella juzgaba más perfecto y necesario; y Dios lo quería de esta manera, para que fuese ella la primera Hija de la Caridad, sierva de los pobres enfermos de la ciudad de París.
En su servicio se mostró siempre tan caritativa como en el campo, dando siempre todo lo que podía tener, cuando se presentaba la ocasión. Todo el mundo la quería, porque no había nada que no fuese digno de amor en ella. Su caridad era tan grande que murió por haber acostado con ella a una pobre muchacha enferma de la peste. Contagiada de aquel mal, dijo adiós a la hermana que estaba con ella, como si hubiese previsto su muerte y se marchó al hospital de San Luis, con el corazón lleno de alegría y de conformidad con la voluntad de Dios.”